Rótulo indicador de la actual Casa del Pueblo |
Por
entonces la población criptanense estaba compuesta por algo más de 11.000
personas que desarrollaban su vida en el marco de una economía que desde unas
décadas atrás se animaba al calor del desarrollo de la actividad vitivinícola.
La modernización social iba pareja a esa situación, modernización que, por otra
parte, contribuyó a que se pusieran de manifiesto las contradicciones de clase
entre patronos y asalariados y a que fuesen aflorando los conflictos latentes
en un marco social caracterizado desde hacía siglos por la muy desigual
distribución de la propiedad. Las organizaciones patronales y obreras vinieron
a ser, en ese contexto, los medios con los que los diferentes sectores sociales
trataron de hacer valer la puesta en práctica de las medidas políticas y de
carácter laboral más acordes con la defensa de sus intereses respectivos.
Por
lo demás, la condición de muchos criptanenses distaba no poco de la imagen de
pueblo en proceso de crecimiento al que sonreía la vida, valga la expresión al
uso. Concretamente hace un siglo más o menos en Campo de Criptana la de pobre
era la condición de muchas familias. Las Listas de Beneficencia
confeccionadas por el Ayuntamiento para el suministro de asistencia médica
gratuita son muy elocuentes: centenares de personas, con nombres y apellidos,
estaban registrados en dichos listados.
En
ese ambiente anteriormente descrito surgió La
Esperanza, cuya razón de ser era “mejorar
las condiciones de vida de sus asociados y de los obreros en general, tanto
morales como materiales”. Para ello procuraría que
desaparecieran los trabajos a destajo y lucharía por unos salarios adecuados,
que serían iguales para el hombre y la mujer ante un trabajo idéntico; el
salario mínimo se establecería según el coste de los artículos de primera
necesidad y la jornada máxima habría de ser de ocho horas. Las condiciones de
trabajo también serían objeto de atención: seguridad e higienes adecuadas, no
admisión del trabajo de niños menores de
la edad legal, y evitar el maltrato y la ofensa a la dignidad de los obreros.
Una muestra de las
actividades promovidas por la Casa del Pueblo a lo largo de su historia. |
El
número de afiliados registró un constante aumento: en febrero de 1923 eran 139,
todos hombres, con una edad media de 43 años; en mayo de 1933 eran ya 560. Como
para todas las agrupaciones de este tipo en general, los años de la Segunda
República fueron de plenitud; es por entonces cuando el máximo dirigente en
nuestra localidad de esta línea del movimiento obrero era Manuel Vela López y
el secretario Jesús Almendros.
Con
el paso del tiempo el número de asociaciones integradas en la Casa del Pueblo,
centro vertebrador de las vertientes sindical y política del socialismo
criptanense, se fue incrementando y diversificando. Son los años treinta del
siglo XX, durante la etapa de la Segunda República, el periodo del que se
conoce un mayor número de ellas, tales como La Defensa, de pequeños
colonos y pequeños arrendatarios; El Trabajo, de albañiles; El
Progreso, de obreros viticultores; La Verdad Social, de carpinteros
de taller y edificación; La Constancia, de gañanes y mozos de labranza ,
y, dentro de un largo etcétera, no se puede dejar de citar La Aurora del
Porvenir, la única asociación femenina conocida en Campo de Criptana de
esta tendencia antes de la guerra civil, partidaria de la prohibición del
trabajo femenino mientras hubiera hombres en paro, lo que da idea de hasta qué
punto la mujer tenía asumido su papel dependiente del hombre en el seno de la
sociedad española.
Cien
años dan para mucho, para aciertos y errores cometidos a lo largo del devenir
de esa corriente del movimiento obrero en nuestro pueblo, pero no de lo que no
cabe duda es de que, con los primeros y a pesar de los segundos, esas
organizaciones se hicieron necesarias en cada momento de nuestra particular
historia y así deben ser tenidas en cuenta.
FRANCISCO ESCRIBANO
SÁNCHEZ-ALARCOS
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