En el centenario del socialismo organizado de Campo de Criptana.


Rótulo indicador de la actual Casa del Pueblo
De 28 de diciembre de 1912 data el Reglamento de la Sociedad Obrera La Esperanza, versión inicial, con denominación propia, de la Unión General de Trabajadores y del socialismo en Campo de Criptana. Está próximo a cumplirse, pues, el primer centenario de una organización que nació vinculada al Partido Socialista Obrero Español, cuyo programa, tal como se indicaba en el artículo 1º de aquél, aceptaba en todas sus partes y en el que habría de integrarse, de la misma forma que se anunciaba que ingresaría en la U.G.T. una vez que la propia Sociedad estuviese formalmente en funcionamiento.

Por entonces la población criptanense estaba compuesta por algo más de 11.000 personas que desarrollaban su vida en el marco de una economía que desde unas décadas atrás se animaba al calor del desarrollo de la actividad vitivinícola. La modernización social iba pareja a esa situación, modernización que, por otra parte, contribuyó a que se pusieran de manifiesto las contradicciones de clase entre patronos y asalariados y a que fuesen aflorando los conflictos latentes en un marco social caracterizado desde hacía siglos por la muy desigual distribución de la propiedad. Las organizaciones patronales y obreras vinieron a ser, en ese contexto, los medios con los que los diferentes sectores sociales trataron de hacer valer la puesta en práctica de las medidas políticas y de carácter laboral más acordes con la defensa de sus intereses respectivos.

Por lo demás, la condición de muchos criptanenses distaba no poco de la imagen de pueblo en proceso de crecimiento al que sonreía la vida, valga la expresión al uso. Concretamente hace un siglo más o menos en Campo de Criptana la de pobre era la condición de muchas familias. Las Listas de Beneficencia confeccionadas por el Ayuntamiento para el suministro de asistencia médica gratuita son muy elocuentes: centenares de personas, con nombres y apellidos, estaban registrados en dichos listados.

En ese ambiente anteriormente descrito surgió La Esperanza, cuya razón de ser era “mejorar las condiciones de vida de sus asociados y de los obreros en general, tanto morales como materiales”. Para ello procuraría que desaparecieran los trabajos a destajo y lucharía por unos salarios adecuados, que serían iguales para el hombre y la mujer ante un trabajo idéntico; el salario mínimo se establecería según el coste de los artículos de primera necesidad y la jornada máxima habría de ser de ocho horas. Las condiciones de trabajo también serían objeto de atención: seguridad e higienes adecuadas, no admisión del trabajo de  niños menores de la edad legal, y evitar el maltrato y la ofensa a la dignidad de los obreros.

Una muestra de las actividades promovidas
por la Casa del Pueblo a lo largo de su historia.
Las condiciones mínimas para el ingreso en la Sociedad eran, entre otras, tener una edad no inferior a 16 años y ser trabajador del campo. Su primera Junta Directiva estuvo compuesta por las siguientes personas: presidente, Antonio Sepúlveda; vicepresidente, Manuel Alberca; secretario, Felipe Gómez; vicesecretario, José Antonio Lizcano; contador, Daniel Alberca; cajero, Francisco Quintanar, y los vocales fueron Ángel Carriazo, José María Cruz y Manuel Cruz Pedroche.

El número de afiliados registró un constante aumento: en febrero de 1923 eran 139, todos hombres, con una edad media de 43 años; en mayo de 1933 eran ya 560. Como para todas las agrupaciones de este tipo en general, los años de la Segunda República fueron de plenitud; es por entonces cuando el máximo dirigente en nuestra localidad de esta línea del movimiento obrero era Manuel Vela López y el secretario Jesús Almendros.

Con el paso del tiempo el número de asociaciones integradas en la Casa del Pueblo, centro vertebrador de las vertientes sindical y política del socialismo criptanense, se fue incrementando y diversificando. Son los años treinta del siglo XX, durante la etapa de la Segunda República, el periodo del que se conoce un mayor número de ellas, tales como La Defensa, de pequeños colonos y pequeños arrendatarios; El Trabajo, de albañiles; El Progreso, de obreros viticultores; La Verdad Social, de carpinteros de taller y edificación; La Constancia, de gañanes y mozos de labranza , y, dentro de un largo etcétera, no se puede dejar de citar La Aurora del Porvenir, la única asociación femenina conocida en Campo de Criptana de esta tendencia antes de la guerra civil, partidaria de la prohibición del trabajo femenino mientras hubiera hombres en paro, lo que da idea de hasta qué punto la mujer tenía asumido su papel dependiente del hombre en el seno de la sociedad española.

Cien años dan para mucho, para aciertos y errores cometidos a lo largo del devenir de esa corriente del movimiento obrero en nuestro pueblo, pero no de lo que no cabe duda es de que, con los primeros y a pesar de los segundos, esas organizaciones se hicieron necesarias en cada momento de nuestra particular historia y así deben ser tenidas en cuenta.

FRANCISCO ESCRIBANO SÁNCHEZ-ALARCOS

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